Luka:
Escuché llorar a Alicia en el baño, se oía muy desconsolada, así que sin pedir permiso me
interné en él y la saqué de la ducha. La cubrí con una toalla y la abracé. Su cuerpo temblaba
y no dejaba de llorar. Estaba asustada, o más bien aterrada y motivos tenía. Para mi ella
era mi esposa, mi amada esposa, la madre de mis hijos, pero para ella yo solo era un
extraño que estaba siendo amable. Quería protegerla, pero en realidad, de quien más debía
hacerlo era de mí, y eso me llevó tiempo aceptarlo.
La estreché contra mi cuerpo, quería fundirla conmigo, que fuéramos esa sola persona que
habíamos sido hasta que el maldito la arrebató de mi casa. Sabía que debía darle su
espacio y tiempo, así que cuando tuve su boca a escasos milímetros de la mía, me detuve,
las ganas de besarla eran enormes, pero no podía hacerle eso.
Miré sus ojos temblaban, como aquella noche en el coche, cuando apenas llevábamos un
día de casados, sin embargo no iba a comportarme como ese energúmeno, ya no. Pero
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