Capítulo 4 — ¿Hogar dulce hogar?

LUCAS

—No era necesario que me trajeras a casa, Amelia. Puedo tomar el autobús que pasa frente a la clínica. 

Mi adorable y extrovertida secretaria negó enérgicamente, restándole importancia al hecho de que tuvo que desviarse de su ruta al menos unos diez kilómetros, para venir a dejarme a la puerta de mi hogar. 

Comprendía perfectamente la motivación detrás de este gesto, pero eso no evitaba que me sintiera mal por hacerla recorrer tantos kilómetros, si un bus era uno de los medios de transporte más seguros en este condado. 

—No se preocupe, doctor Chambers, me toma solo diez minutos desviarme a este lado de la ciudad. —Apagó el motor del auto, lo que me indicaba que hablaríamos sobre algo más—. Además, así me aseguro de que mi jefe llega sano y salvo a su casa… por cierto, ¿ya se enteró sobre la última víctima de «La Bestia»?

Me preparé para reprenderla por volver a sacar a colación esa noticia que tenía a todo el condado en zozobra. 

—No quiero asustarlo, Doctor, pero según los reportes, fue como a tres cuadras de aquí.

Respiré profundo y asentí. Su expresión perturbada no era para nada alentadora, considerando que era yo quien vivía cerca de la última víctima fatal de aquel asqueroso degenerado. 

—Estoy consciente de ello, es por eso que reforcé todas las medidas de seguridad de mi casa.

Amelia me dedicó una mirada que solo le darías a un desahuciado. 

—¿Tiene a mano el gas pimienta que le di el otro día?

—Sí, siempre lo cargo conmigo, y cuando llego a casa lo dejo sobre mi mesita de noche. 

Amelia negó, ansiosa.

—No, no, déjelo debajo de su almohada, así usted será el único en saber dónde encontrarlo, eso le dará ventaja. 

Asentí en comprensión. Amelia sabía mucho del tema, ya que su padre fue policía y ella asistió a muchos cursos de defensa personal para personas en situaciones vulnerables. 

Amelia solía aconsejar a todos los Omegas que pisaban la clínica, en especial, aquellos que habían pasado por intentos de abuso, o los que, desafortunadamente, ya habían atravesado por una experiencia traumática. 

—Muchas gracias por el consejo, linda, tendré más cuidado con eso. 

—De nada, es un gran placer para mí ayudar, así que si necesita algo, solo llámeme. 

Le di un abrazo de despedida y bajé del auto. 

Ella aguardó en su lugar hasta que me vio entrar a casa. Luego, arrancó su vehículo y lo condujo por la estrecha calle de la zona residencial en la que vivo desde hace cinco años. 

Mi hogar no contaba con un gran jardín delantero, ni hablar de un patio amplio, pero, era lo suficientemente acogedor para mí y mi futuro bebé. 

Y quizás, justo ahora, no era el lugar más seguro del mundo, pero mantenía la esperanza de que pronto capturaran al hombre detrás de los atroces asesinatos, que, hasta el día de hoy, no había dejado víctimas con vida.

*** 

—¡Jude! ¿Cómo estás? ¿Qué estás haciendo? —solté en cuanto respondí a su llamada.

Mi amigo, y excompañero de clases desde que íbamos a la primaria, rio entre dientes al otro lado de la línea.

—Hola, Lucas, en este momento estoy en el estacionamiento de mi condominio. Acabo de salir del bufete, así que pediré algo para la cena, ¿y tú? ¿Cómo estás? Vaya día, ¿no? Desde que me llamaste no he podido dejar de pensar en ese asunto, ¿qué fue lo último que te dijo ese loco que fue a tu oficina esta mañana? 

Suspiré dramáticamente, en cuanto me recostaba sobre el sofá frente a la pantalla de mi televisor. 

Antes de que Jude llamara, estaba viendo un nuevo drama de hospital que pasaban a partir de las diez de la noche. Era una repetición de la última temporada que lanzaron, así que le bajé el volumen y me concentré al cien por ciento en lo que mi encantador abogado tenía para decirme.

—Deberíamos salir a almorzar uno de estos días, Jude, ¿o es que tu novio sigue sin confiar en mí? —inquirí, desviándome del tema un poco. 

Jude soltó una carcajada ronca.

—Oh, cierto, olvidé por completo que aún no te he contado lo que pasó con mi relación, pero, para resumir; ya terminé con él, así que no te preocupes. —Soltó un suspiro de alivio—. Él no estaba bien de la cabeza.

—¿Tú crees? —No pude evitar reír al recordar cómo ese idiota me amenazó por teléfono, como si yo fuera un maldito rompe-hogares. 

¿El motivo? No podía ser más absurdo.

El día que la clínica me confirmó que la inseminación artificial había sido un éxito, y que ahora estaba en espera, le escribí un mensaje de texto; tanto a Amelia, como a Jude, para contarles que finalmente estaba embarazado, no pasaron ni diez minutos, antes de que recibiera la llamada de un número desconocido; él se identificó como la actual pareja de Jude, y no se le ocurrió una mejor idea que amenazarme con atentar contra mi integridad física. 

El muy tonto creyó que el padre de mi hijo era su alfa, así que se aseguró de que yo supiera que él estaba dispuesto a darme una paliza para que perdiera a mi cachorro si me volvía a acercar a Jude. 

A la mañana siguiente, me enteré de que mi mejor amigo había confrontado a su novio por todas las estupideces que me dijo, y luego, no volví a saber de Jude hasta hoy.  

—Aún me da vergüenza pensar en todo lo que te dijo, no sé si pueda mostrar mi cara frente a ti después de eso.

—No fue tu culpa, no tienes que sentirte mal por el comportamiento de otra persona. Interpretó mal mis mensajes de texto, y bueno… se puso celoso. 

—No, él no debió leer esos mensajes en primer lugar, y luego, el asunto de las amenazas —resopló avergonzado—. Estuve a punto de redactar una demanda en su contra, porque eso habría sido lo justo, pero él me rogó que no lo hiciera, ya que eso arruinaría su futuro laboral, y si de por sí ser un Omega en esta competitiva profesión de leyes es un reto, ser demandado...

—Comprendo, me alegra que no lo hicieras. Él cometió un error, pero no por eso debería pasar el resto de su vida lamentándolo. 

Una sonrisa enternecida se instaló en mi rostro, ya que, la generosa y considerada manera en la que Jude trató con esta situación, hablaba muy bien de él como alfa.  

Jude siempre fue un buen hombre, y durante nuestra adolescencia, todo era más fácil cuando él se encontraba a mi alrededor.

—Por cierto, no me cambies de tema, dime más sobre el sujeto que reclama la paternidad de tu hijo.

—Ah… bien… las cosas no terminaron tan mal, pudo ser peor considerando las circunstancias, pero eso sí, necesito que hablemos sobre tus honorarios, porque la disputa legal parece ser un hecho.  

—Vaya… pues, estuve investigando un poco sobre él luego de nuestra llamada, y podemos descartar que se trate de un estafador, porque sí es el dueño de la compañía que me mencionaste, además, hay muchos artículos sobre él en los que hablan de su relación con una modelo.

—Sí, él me contó que su omega terminó con él o algo así… en fin, según él, ya no están juntos. 

—Eso coincide con lo que dice la prensa, así que el tipo en eso no ha mentido —escuché el sonido de la puerta de su departamento abriéndose al otro lado de la línea. Jude al fin estaba en casa—. Y sobre mis honorarios, no te preocupes, tomaré este caso como un asunto personal, no pienso cobrarte, pero sí me debes una docena de almuerzos y cenas. 

—Hecho. Con gusto pagaré el precio.  

Más ruidos desde el lado de Jude me indicaron que mi mejor amigo se estaba poniendo cómodo luego de accionar la opción manos libres. 

—Por cierto, he visto en las noticias que ese maldito psicópata del que todos hablan, atacó a un Omega a un par de cuadras de tu casa, ¿lo sabías?

Suspiré profundo. No quería pensar en eso. Ya tenía suficiente con escuchar a mis vecinos platicando sobre el tema esta tarde cuando fui a comprar leche al minimarket a una cuadra de mi casa. 

—Sí, lo sé. Es lamentable lo que pasó con ese chico… era solo un estudiante de secundaria.

—La policía son una bola de inútiles, ¿Cuántos Omegas más deberán ser abusados y cruelmente asesinados por ese bastardo para que den con él? 

—No lo sé, Jude, ya sabes cómo es la vida para los Omegas en esta sociedad. A nadie le importa si uno termina tirado a un lado de la carretera, y preferiría no hablar del tema, no esta noche…

—Claro, Lucas, lo siento, y sabes que estoy aquí para ti, si no te sientes seguro en tu casa, puedes venir a mi departamento, tengo una habitación para invitados.  

—Gracias, pero no será necesario.

—De todas maneras, piénsalo, para mí será un gusto cuidar de ti como en los viejos tiempos —dijo con tono meloso. 

Mi humor mejoró luego de escuchar sus palabras repletas de afecto. 

—Lo tendré en cuenta. 

—De acuerdo, nos hablamos mañana, que descanses.

—Hasta mañana, Jude, te quiero.

—No, yo te quiero más.  

Colgó. 

Porque, por supuesto, él siempre debe tener la última palabra.

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