Faustino asintió con la cabeza, bastante satisfecho, y se dirigió a Elena, quien estaba aturdida.
—Eres una mujer, no quiero golpearte. Arrodíllate, pide perdón, y te doy diez bofetadas, y asunto arreglado.
—¡No me arrodillaré para pedir perdón!
—¿Por qué debería disculparme con esa campesina?
—¡Aparte de que ella es más bonita y tiene mejor figura que yo, en todo lo demás la supero!
—¡No se merece que me arrodillé ante ella!
¡Elena gritó a voz en cuello, como si hubiera explotado!
—Te di una oportunidad y no la aprovechaste, así que no me culpes.
Faustino sonrió fríamente.
Sin piedad alguna, agarró a Elena del cuello y le propinó una lluvia de bofetadas a diestra y siniestra. ¡Paf! ¡Paf! ¡Paf! ¡Paf!
Con cada golpe, Elena lanzaba un grito desgarrador.
En pocos segundos, su rostro estaba desfigurado.
—¡Maldita campesina, golpeas a una mujer… ¿Acaso eres un hombre?
Elena miró a Faustino con odio, apretando los puños con fuerza.
—Golpear a una mujer es ciertamente inmoral.
—Pero te equivo