El acelerador llegó hasta el motor varias veces, el coche temblaba violentamente y se paraba repetidamente. El resultado fue predecible: Ximena vomitó espuma, no pudo más y se rindió primero.
—Mi querida Ximena, ¿dónde vives? Te llevo a casa, yo también debería irme.
Después de un rato de abrazos, ambos se vistieron y Faustino habló primero.
—Residencial La Cima, déjame en la entrada del complejo, compré un apartamento allí…
—Esta es la llave de mi habitación, si te sientes frustrada y necesitas desahogarte, simplemente conduce hasta aquí para calmarte.
Ximena dijo tímidamente, exhausta pero satisfecha. No era una insinuación, era una invitación explícita.
—¡Je, je, de acuerdo!
Faustino tomó la llave y la guardó en su bolsillo. Luego, siguiendo las indicaciones de Ximena, la llevó de vuelta a su complejo. Faustino condujo hacia Rosal.
Una hora después…
Faustino regresó a Rosal. Primero fue a ver cómo iba la construcción de la casa vieja. Ya era muy tarde. El equipo de construcción di