Los presentes, ya predispuestos contra Faustino y sin tener una buena impresión de él desde el principio, tras escuchar las palabras de Salvador, inmediatamente le creyeron.
Señalando a Faustino con el dedo, comenzaron a increparle y a insultarle:
—¡Mocoso impertinente! Tan joven y ya tienes la boca llena de mentiras. ¡Qué repugnante!
—¿Acaso nos tomas por tontos?
—¡Aunque te desgañites intentando convencernos, jamás te creeremos!
Por supuesto, quienes gritaban con más fuerza eran los jóvenes que acompañaban a Lorenzo. Incluso la mirada que la joven dirigía a Faustino estaba cargada de un desprecio que ni siquiera intentaba disimular.
—Verdaderamente hoy he visto algo insólito. ¡Es la primera vez que me encuentro con un individuo tan detestable!
—¡Puaj! —escupió con desdén.
Al observar la reacción de todos los presentes, Lorenzo sintió instintivamente que un peso se le quitaba de encima. Ni él mismo había imaginado que su mentira resultaría tan convincente.
Lorenzo dirigió hacia Fausti