Lisandro ya estaba impaciente.
Después de todo, una vez que se completara la nueva inspección, el dinero estaría definitivamente en sus manos.
Pero Faustino, mostrando desinterés, hizo un gesto con la mano y dijo: —No hay prisa, esperemos a alguien más. Cuando todos estemos aquí, iremos juntos.
—El director Huenchullán ya está allí, ¿a quién más estás esperando?
—Vamos rápido, no perdamos tiempo, no hagamos esperar demasiado al director Huenchullán.
Lisandro frunció el ceño y le instó con impaciencia.
—Pues que espere, por muy urgente que sea, tendrá que esperar.
Faustino seguía hablando con calma.
Parecía completamente despreocupado.
—¡Insolente! ¿Acaso no valoras el tiempo de los demás?
—¡O llevas a tu gente ahora mismo, o no hace falta que vayas!
¡Lisandro había perdido completamente la paciencia!
Gritó con voz ronca.
Dionisio también pensaba presionar a Faustino para que no perdiera más tiempo.
De repente, en ese momento, Dionisio señaló hacia una docena de Audis negros que se acer