Con algo de timidez.
—No podía dormir, ¿y tú qué haces aquí afuera? —preguntó Faustino fingiendo no saber nada.
—Yo... recordé cómo Mariana me molestó a propósito hoy y me puse triste. Quería que me acompañaras.
—Vamos al auto... hace tanto que no nos vemos, te he extrañado —dijo Ximena, intentando abrir la puerta del auto.
Dentro, Lara y Rosalba, que estaban agachadas, ¡se tensaron por completo!
Faustino estaba aún más nervioso.
Justo cuando iba a detenerla, Ximena pareció recordar algo y se acercó a su oído para susurrar:
—Por cierto, Faustino, ¿has visto a Rosalba y Lara?
—Creo que las vi diciendo que iban al baño... si vuelven, ¿no nos descubrirán?
Resulta que cuando Rosalba y Lara salieron, ella también fingía dormir.
Viendo su expresión preocupada, era obvio que temía ser descubierta en pleno acto.
Faustino, pensando rápido, respondió:
—Creo que sí las vi, escuché movimiento pasando junto al auto. Si no lo mencionas, ni hubiera sabido que eran Rosalba y Lara.
Al oír esto, el rost