Faustino echó un vistazo a la cueva; el suelo estaba esparcido con numerosos huesos humanos completamente descompuestos, piernas y cráneos. Parecía que esta bestia había matado a mucha gente a lo largo de los años.
—Sssshhh…
En ese momento, la gran serpiente enroscó su grueso cuerpo, levantó su enorme cabeza a más de tres metros de altura, dominando desde arriba, sus ojos brillaban con un resentimiento feroz, y se abalanzó sobre ellos. Claramente, todavía guardaba rencor por la herida que Faustino le había infligido y no planeaba perdonarlos.
—¡Al diablo con eso! ¡He visto cosas peores! ¡No le tengo miedo a esta bestia! ¡Vamos!
Faustino dejó a Daniela en el suelo, su rostro se endureció, y se abalanzó sin vacilar. El método habitual de la serpiente era enroscarse; al ver a Faustino acercarse, instintivamente extendió su cuerpo para envolverlo. Pero antes de que pudiera contraerse, sus resistentes escamas se rompieron como si fueran de tofu bajo las manos de Faustino.
—Sss…
Con un