Faustino detuvo sus acciones, tiró los dientes de serpiente y descansó. No era que Faustino estuviera agotado, sino que se había emocionado demasiado durante su arrebato y necesitaba calmarse.
Daniela, tendida a cierta distancia, emitió un gemido ahogado. El dolor la despertó.
—Mmm… ¡Duele tanto!
Daniela inconscientemente limpió la sangre de su rostro. Al ver la enorme y aterradora serpiente, y a Faustino, bañado en sangre, sentado sobre el cuerpo de la serpiente, como un guerrero que había matado a una serpiente, se quedó sin habla, impactada.
¿Faustino, tan joven, era tan poderoso? ¿Había matado a la gran serpiente? ¡Increíble!
La escena era clara para cualquiera. Daniela recordaba lo que había sucedido antes de desmayarse. Recuperándose, Daniela se sujetó el pecho con dificultad, con el corazón latiéndole con fuerza por el susto.
—Faustino, ¿qué… qué ha pasado? ¿Por qué había una serpiente tan feroz en esta piscina? ¿Me salvaste? ¡Estuve a punto de ser comida por ese monstruo