Bajo la guía de Tacio, Faustino y Daniela llegaron a una encantadora cabaña en el bosque cercano. Como Tacio había dicho, la cabaña estaba llena de manjares de la montaña. Disfrutaron del aire fresco del bosque, comieron carne de caza y hongos silvestres, y admiraron el hermoso paisaje. Parecía un resort de montaña.
La comida fue muy relajante. Sin Dante presente, Daniela se veía mucho más relajada y feliz. Faustino exclamó:
—El paisaje es realmente excepcional. Si tengo la oportunidad, me gustaría traer a Rosalba y Lara para que lo disfruten. Sería una experiencia maravillosa.
Tacio le sirvió más bebida a Faustino y dijo sonriendo:
—La primera vez que se viene, sí que es bonito. Pero con el tiempo, uno se cansa de verlo. Los viajes son solo ir de un lugar donde uno está cansado a otro lugar donde los demás están cansados.
Faustino agitó la copa de vino, rico y aromático, y asintió.
—Cierto.
Sin darse cuenta, el cielo ya estaba oscuro. Después de una cena agradable, Tacio ofreci