Pablo tuvo una idea repentina y se golpeó el muslo:
—¡Calma, calma, ya sé quién!
—No, más bien debería decir qué monstruo. Si él pelea, Faustino morirá sin duda. Solo hay que ganar tiempo hasta que llegue.
—Retenlo como sea necesario, ¿me entiendes?
El supervisor asintió a regañadientes.
Mirando a Faustino con extrema sumisión, dijo:
—Jefe, nuestro patrón dice que su tercer oponente está en camino, pero tardará como media hora.
—Pero no se enoje, jefe. Lo que quiera comer o beber, se lo preparamos. Cualquier cosa que pida, se la daremos, solo diga la palabra.
Para ganar tiempo, el supervisor usaba todos los trucos posibles.
Solo podía adular a Faustino e intentar mantenerlo tranquilo.
De lo contrario, ninguno de sus matones sería rival para él.
Faustino soltó una risa fría:
—Bien, les doy media hora.
El supervisor rápidamente condujo a Faustino al área de descanso de los luchadores.
Había de todo: aperitivos, frutas, bebidas.
Incluso llamó a dos o tres chicas seductoras para darle un