Bajo la furia de Faustino, Yeison y Fiona finalmente cedieron. Yeison apenas tenía dientes. Fiona suplicaba desesperadamente:
— ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡No me golpees más! ¡Me vas a matar!
El dolor la tenía al borde del desmayo.
— Entonces, pídanme perdón de rodillas.
Sin otra opción, Yeison y Fiona aceptaron la humillante condición, arrodillándose para disculparse con Lara.
— Lo sentimos, nos equivocamos. No deberíamos haberte golpeado. Por favor, perdónanos.
Lara, frunciendo el ceño, observaba la escena sangrienta. Pero la humillación había sido satisfactoria.
— Ya está, Faustino. Ya se disculparon, dejémoslo así. Sería un problema si alguien muriera.
Faustino asintió. Tomó un pedazo de la ropa de Fiona, provocando un grito de ella.
— ¡Ah!… No me toques, por favor.
Faustino solo estaba limpiándose la sangre de las manos.
Los dueños y Yeison estaban en el suelo, sin poder hacer nada, solo podían disculparse humillados. Sus rostros reflejaban ira, resentimiento y frustración, pero no p