Faustino comprendió al instante: era “algo jugoso” que había tragado y no se había limpiado bien. Se lamió los labios y dijo:
— Ah, tenía mucha sed, se me secó la boca.
— Ay, qué pena. ¿Quiere que le traiga agua? — Viviana, algo nerviosa, se acomodó la ropa, pero fingió disculparse.
— No hace falta. Subamos al auto, vamos a comer — Susie, sin sospechar nada, tomó las llaves de Viviana y condujo el auto con eficiencia. Ya había pagado y completado todos los trámites de seguro. El nombre del propietario era Faustino.
— Bien, Susie — Faustino, con hambre después del jugo de durazno, abrió la puerta y subió al auto.
Viviana, al ver que se iban, abrió la puerta del auto y gritó:
— Señor, ¿se va ya? ¡Podemos celebrar!
— No hace falta, tenemos cosas que hacer — Susie se negó directamente.
— Bueno, señor, le dejo mi número personal. Si tiene algún problema con el auto o alguna duda, puede llamarme. ¡Mercedes-Benz le ofrece un servicio completo! — Viviana sacó su celular. Había probado la m