DEMETRIA
—¿Se conocen? —preguntó la Sra. Whitfield con curiosidad.
—No... —empecé. Intervino antes de que pudiera terminar.
—Sí, madre, tuvimos una pequeña charla. Nos conocimos en Nobu, ¿verdad, Demetria? —preguntó con un brillo en los ojos. Sus penetrantes ojos verdes me miraban como si buscaran algo en mi alma.
Lo miré con los ojos entrecerrados y presté atención a la Sra. Whitfield. —No, señora, no conozco a su hijo. Solo fueron unos segundos de conversación. Nada importante.
—Bueno... pensé en traer a mi hijo. Él pagará por sus servicios. Es el director financiero de la empresa, y además le encantan sus galletas.
—No hay problema.
—Bueno, querida, ven... ven. Siéntate. —La Sra. Whitfield me llamó. “Gracias por invitarme hoy”, le dije, ignorando a su hijo, que me miraba fijamente con una mirada perdida. Me negué a ser tímida. Necesito demostrar mi ingenio, mi negocio está en la cuerda floja, con contrato o sin él. Todavía necesito ganarme su aprobación. ¡Mierda!
“Bueno, veo que ha