DEMETRIA—¡GENIAL, FELICIDADES! —chilló Anastasia, su voz estallando por el teléfono como un petardo—. Tenemos que abrir tu vino tinto y celebrar. No acepto un no por respuesta.Acabo de contarle sobre mi contrato con Charlotte Whitfield. Aún no le mencioné su nombre a Anastasia. Esperaré a que venga y le explique todo con detalle.Me reí, con una sonrisa tan grande que me dolieron las mejillas. Su entusiasmo tenía ese efecto: era imposible mantener la calma a su lado. —Sí, lo haremos —dije, con la voz desbordante de emoción.—Claro, iré a tu casa cuando salga del trabajo —dijo rápidamente, bajando la voz. Podía oír una leve charla de fondo: clientes, sin duda.—Te espero —respondí, mordiéndome el labio para no reírme como una adolescente. “Bueno, nos vemos luego, acaba de entrar una clienta”, susurró apresuradamente antes de que se cortara la línea. Mi mejor amiga, Anastasia, cuyo trabajo como curadora de arte la mantenía ocupada, siempre en movimiento, siempre con tacones.Ahora, re
Leer más