19. Te encontré

Catalina:

Ver a Cayetano Rodríguez eufórico, ese lado salvaje y agresivo que habita en lo más profundo de su ser, había sido traumatizante, comprensible pero a la vez letal.

Aquí estaba yo, sin la mitad de mi corazón, porque era él con quien yo quería sonreírle a la vida, soñando con lo que nunca será porque, aquí estamos en busca de la madre de su hija, con la mujer que él debe de estar.

Nathan estaba inconsciente y era para menos con la paliza que le clavo Tano, dejándolo morado de todas partes y quitándole la cara de idiota, no podía creer lo que le había dicho y menos, de poner en tela de juicio la dignidad que quedaba de Pilar Martín.

Llegamos al hospital universitario de Málaga, dando yo los pocos datos que sabía de Nathan y firmando que me hacía cargo de él, llamé nuevamente a Raquel, mientras que Marina se quedaba con María E y acomodaban os la situación de Tano en la cárcel y un idiota moribundo, bien dice el dicho; “El que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe a gloria
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