Dos años atrás
Enrique Sandoval
Terminé de bañarme. Me debatía entre ir a la habitación de Melisa o quedarme en la cama masajeándome, pensando en ella. Esa pequeña había logrado meterme en una montaña rusa, había sido delicioso besarla y no había perdido la oportunidad de hacerlo cuando nos hemos quedado solos. Como si fuéramos unos adolescentes y no personas adultas. Rodeé mi cintura con la toalla, lavé mis dientes. Al salir…
El gran tormento del día cerraba la puerta. El reloj marcaba las diez de la noche. Todos nos acostamos temprano en nuestras respectivas habitaciones. Hoy la pasamos un tanto incómodos.
—¿Te equivocaste de habitación?
—No. Nada más vine a darte las buenas noches, niño. —Tenía su salida de cama; se evidenciaba la erección de sus pezones.
—¿Nada más a eso?
Mi verga comenzó a templarse. Llegué a su lado. Solté el nudo de su salida; la muy descarada no tenía pijama. La boca se me hizo agua, cómo lograba excitarme.
—Un amigo quiere salir.
—Más que salir, quiere fundi