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Capítulo 3 - Aun duele

Victoria

   

Mattherw me estaba cansando con sus reclamos. Y donde me llegue a tocar iba a conocer a una Victoria que desconocía. Se estaba revolviendo el Sandoval en mis entrañas. Así tenga razón en su queja, si no me da la gana de acostarme de nuevo con él, no lo haré y punto.

Esto me pasaba por intentar olvidar al padre de mi hijo cuando era un caso perdido, desde hace años muero en silencio por ese hombre. Y cuando anunció su compromiso… ¡Dios todavía me dolía! En todo caso no volveré a acostarme con el que ahora me reclamaba. Ese error por despecho no lo volveré a hacer, fue asqueroso.

—¡Eres mi novia!

—¿Y? —respiré profundo, esto me lo busqué yo solita, así que asumiré el mal rato—. Mira Matt, lo lamento… En verdad me disculpo por haberte dado ilusiones. Hasta puedes pensar mal y estás en todo tu derecho. Te seré honesta, no voy a volver a acostarme contigo, lo hicimos una vez, pero lo dejaré en una no muy grata experiencia. Y no por ti, eres atractivo, un cuerpo increíble, trabajas en tu rancho y pare de contar. Lo siento.

Se veía muy enojado y con justa razón, aceptaré que siga implorando, y espero no me salga con malas palabras, porque no creo que me controle y menos que me alce la mano.  

—¿Qué m****a dices, perra?

¿Perra? Esa será tu madre. Lo miré con determinación y con disimulo me quité los tacones. Una palabra más y le castro las bolas.

—Última oportunidad para que hables con madurez.

—Madurez, ni una m****a. —El estúpido me pegó contra la pared para besarme a la fuerza.

—¡Suéltame!

Era más alto, sin embargo, sé defenderme. Con el codo le di en la parte baja de la mandíbula obstruyendo el paso de la saliva, se retiró para toser. En eso habló Enrique grande, quien se puso a mi lado.

—Iba a intervenir, pero contemplé como te quitaste los zapatos y preferí mirarte.

—Qué caballeroso.

Matt me tomó del brazo de manera fuerte y antes de responderle lo hizo mi héroe.

—¡Te dijo que la soltaras!

—Tú no te metas en la relación con mi mujer. Ustedes solo tienen un hijo y punto, pero ahora veo el motivo de ello, es una tremenda zorra. —El puño de Enrique impactó en su estómago sacándole el aire.

—A la madre de mi hijo la respetas. —habló entre dientes.

Y después me cuestiono el porqué lo amo tanto. Era cierto que él no quiso pertenecer a Jaque mate, su pasión eran las finanzas. Tomó la misma decisión de mi hermano, no obstante, entrenaba y sabía de todo lo que nos habían enseñado. Como una estúpida enamorada lo observé, como me duele, que no me vea como mujer.

De esa noche no nos acordamos y lamento tanto no tener recuerdos de mi primera vez con el hombre al que amo, pero no puedo obligarlo a quedarse a mi lado. Y no volveré a humillarme como lo hice…

» Victoria. ¿Quieres seguir hablando con él?

—No, por mí que lo aplaste un tractor.

Se puso erguido de nuevo para encarar a Enrique, pero este era mi problema. Por eso, con una gran agilidad, me subí sobre la mesa de madera de la sala a un lado y le di un puño en la nariz. —Enrique sonrió al verme—. De algo debe servirme tener tres hermanos varones y un padre obsesionado con el entrenamiento.

» Me vuelves a tomar a la fuerza y te arranco el miembro. Vuelves a llamarme perra y te arranco la lengua. Te pedí disculpas, acéptalas y lárgate ahora de mi fiesta de grados. 

—¿Pasa algo?

Dante siempre se daba cuenta de todo, no sé cómo lo hacía, él sí que heredó de papá esa capacidad para estar en todos lados.

—El novio de tu hermana se quiso sobrepasar. Sin embargo, ya entendió a qué familia llegó.

—¡Te lo advertí, gonorrea! —La última palabra la dijo en español—. Te manifesté, que, si la tocabas sin su consentimiento, así ella sepa defenderse, iba a joderte. 

Matt era atlético, más no tenía la destreza y fuerza de mi hermano mayor. Lo tomó del cuello. En ese momento Enrique bajaba las escaleras con expresión de enojo, sin saco y corbata. Se unió a Dante, ellos siempre lo han detestado y ahora se darán gusto golpeándolo. Dante me miró.

—¿Te golpeó? —negué. Acomodé el bello vestido rojo—. ¿Seguirás con este pirobo? —volvió a hablar en español, negué de nuevo—. Ahora seré yo quien le advierta si vuelve a poner un pie en nuestras tierras.

El puño impactó en el rostro de Matt, sin duda debió partirle la nariz, lo que le hice fue un leve toque ante la fuerza de mi hermano, su grito lo evidenció. Entre los dos lo sacaron y antes de salir de la puerta le dieron una patada. No vi lo que le hacían, pero ante el cese de la música imagino el tropel.

Me quedé en la sala principal, escuché el revuelo formado por la familia del patriarcado dominante. Todas nosotras estábamos jodidas para tener pareja. Para colmo… El único a quien mi padre pudo aceptar se comprometió hace tres meses con otra.

—Cuida con quién te relacionas para la próxima. —Se me humedecieron los ojos, al percatarse—. Te metiste con él solo para… —debía de estar roja—. Pensé que habíamos dejado ese tema aclarado.

Evité contemplarlo, decirle con la mirada lo que sentía, era consciente de que sus visitas eran por nuestro hijo cada ocho días mientras se encuentra en Blanco y era mi madre quien se lo entregaba. Tardé varios meses lamiendo mis heridas. Me acompañó en el parto, eso sí; en calidad de amigo y de padre del niño. Por momentos sentía que Rafita fue una inseminación en vitro.

» Victoria, encontrarás a la persona que te ame. No quiero darte una mala vida, menos que terminemos odiándonos. Sin ofenderte...

—Ya lo tengo claro, ni viéndome desnuda, se te levanta. —Sus ojos cafés taladraron los míos una vez más.

—Nunca he dicho eso, pero sexo sin amor no garantiza fidelidad.

Me dieron tantas ganas de decirle que hablara por él. Pero si abro la boca, volveré a humillarme. Tenemos un hijo el que cumplió un año hace una semana. Un bebé al cual amaba con mi alma, y me recordará hasta el día de mi muerte que su padre no me amaba, ni me amará nunca. Iba a hablar cuándo.

—¡Mi amor! Esta familia es muy salvaje.

—Alice, acostúmbrate, nosotros defendemos lo nuestro, así es mi familia. —Cómo detestaba a esa vieja.

—Pronto será la mía.

—¿Hija? —Mis padres ingresaron. Mamá cargaba a Rafael.

—Estoy bien, papá.

Con la decencia en la mirada por parte de mamá, le pidió a Enrique que se fuera con la silicona andante de su prometida. En lo que quedó nuestra fiesta de grados.

—¡Ahora sí me vas a escuchar, Victoria!

—¿Roland?    

—Roland y una m****a, Hermosa. Estoy de las gue… — Se abstuvo de salir con una de sus fuertes groserías—. Putas bolas con el mariconsito del novio que se consiguió Victoria. Callé por ti, pero esa gonorrea vuelve a pisar mis tierras o la de sus tíos y lo desintegró. ¡¿Te queda claro, jovencita?!

—No alcanzó a golpearme.

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