Mundo ficciónIniciar sesiónAlessandro pasó la tarde sumergido en sus números, pero no en los de la reestructuración. Estaba obsesionado con la Doctora Reyes. Mandó a su asistente, Marco, a investigar todo sobre ella: su historial académico, sus trabajos anteriores y, lo más importante, su vida personal. Necesitaba encontrar un punto débil para explotarlo antes de la gala del sábado.
—Marco, no quiero solo un currículum —gruñó Alessandro, con el teléfono apretado contra la oreja, mientras observaba el tráfico de la ciudad desde su ventanal—. Quiero la historia. Quiero saber qué demonios la convirtió en un genio de las finanzas y por qué el diablo la puso en mi camino. Justo cuando estaba a punto de colgar, la puerta de su oficina se abrió sin previo aviso. —No cuelgues, hermano. Necesito un favor, y no, no es dinero —dijo Valentina Vieri con su habitual tono juguetón. Valentina era la antítesis de Alessandro. Donde él era frío y oscuro, ella era cálida y caótica. Si bien tenía el mismo impulso empresarial, lo combinaba con un magnetismo social que Alessandro despreciaba. —Estoy ocupado, Valentina. Y tú no llamas, entras directamente Es la oficina principal, no el spa.— Sí, sí, el infierno y el ébano. Lo sé —dijo ella, avanzando por la vasta oficina con un vestido de diseñador que contrastaba con el ambiente sombrío—. Necesito que me prestes a tu consultora. Alessandro parpadeó. —¿A quién? ¿A Marco? —No, al genio. A la mujer que acaba de hacer que toda tu junta directiva se haga pipí en los pantalones. La Doctora Aurora Reyes. —¿Para qué demonios querrías tú a mi... a mi consultora? —Alessandro casi usó la palabra "enemiga", pero se detuvo. —La vi en la sala de juntas. Es un diamante en bruto, Ale. Es la única persona en esta torre que no te tiene miedo. Y es brillantísima. Necesito que me ayude con la expansión de la galería de arte en Milán. Solo será por un par de semanas, cuando termine con tu desorden. Alessandro sintió una punzada de molestia. Aurora era su juguete. —Ni hablar. Está en un proyecto vital. Es intocable. Valentina se acercó y apoyó los brazos en su escritorio, adoptando un tono de completa seriedad. —No seas infantil, Alessandro. Es la mejor en su campo. Y vamos a ser honestos, la has humillado lo suficiente por hoy. Déjala respirar un poco. La necesito para tranquilizar a los patrocinadores más viejos. Es encantadora. Alessandro frunció el ceño. ¿Encantadora? La última vez que Aurora había sido algo remotamente parecido a encantadora, había estado intentando golpearle la espinilla. —No es encantadora, Valentina. Es una bomba. —Me gusta ese tipo de bomba. Además —Valentina levantó una ceja—, si yo la tengo, ¿no te daría eso una excusa para visitarme en Milán? Y así ves en qué anda metida fuera de tu jaula. La idea picó el interés de Alessandro. Tenerla cerca, pero fuera de su control directo, le daría una visión diferente. Además, no podía negarle nada a Valentina. —Solo un par de semanas —cedió Alessandro con un suspiro dramático—. Y si retrasa un solo día mi reestructuración, la traeré de vuelta con la oreja pegada a su escritorio. Valentina sonrió, victoriosa. —Eres el mejor hermano. Ahora, llámala y dile que venga a cenar conmigo. Tenemos mucho de qué hablar. Aurora estaba en su apartamento, intentando que los números de Vieri tuvieran sentido. El teléfono vibró con una notificación de la misma asistente ejecutiva que había ignorado fríamente en la Torre Ágata. ASUNTO: Cena de Reestructuración (no obligatoria) La Sra. Valentina Vieri solicita su presencia para cenar en el Club Solstice a las 8 PM. Asunto: Colaboración futura. (Por orden del Sr. Vieri). Aurora arrugó el ceño. Alessandro estaba intentando ejercer control. La cena era opcional, pero la "orden del Sr. Vieri" la molestó. Llegó al lujoso club a las 8 en punto, preparada para un interrogatorio o, peor aún, para otra humillación velada. Pero Valentina Vieri era todo lo contrario. Se levantó de la mesa con una sonrisa radiante. —¡Aurora! Por favor, llámame Valentina. Y disculpa la formalidad de la invitación de Alessandro. Es un cavernícola que cree que sigue en la Edad Media. Aurora sintió que la guardia se le bajaba levemente. —Doctora Reyes. __dijo Aurora —¡Tonterías! Eres la mujer que ha puesto a mi hermano en su sitio. Eso te da un pase libre para la informalidad —Valentina la abrazó fugazmente, sorprendiéndola—. Te he estado siguiendo el rastro desde que mi padre mencionó tu tesis. Eres brillante. Y necesito a alguien brillante para mi galería. Se sentaron. Valentina no habló de negocios inmediatamente. Habló de arte, de Italia, y sobre todo, habló de Alessandro con una mezcla de frustración y afecto. —Mi hermano es un desastre emocional con un traje de $10,000. Su arrogancia es su armadura. Le ha funcionado en los negocios, pero ha espantado a todos los que de verdad se preocupan por él__ Valentina se inclinó, con una expresión de complicidad __ Me agradas, Aurora. No solo por tus números. Me agradas porque eres la única persona que lo mira a los ojos sin parpadear. Y si me permites el atrevimiento, parece que tú también has tenido que luchar por lo que tienes. Aurora se encontró sonriendo por primera vez desde que había pisado la Torre Ágata. Valentina no estaba siendo falsa; era un respiro genuino en un mundo de lobos. —¿Y qué te hace pensar que quiero estar cerca de algo que pertenece a tu hermano? —preguntó Aurora, el resentimiento aún en su voz. Valentina Vieri tomó su mano, una acción totalmente inesperada. —Porque ambos sabemos que, si te quedas cerca de Alessandro, puedes vigilarlo. Y si lo vigilas, puedes asegurarte de que él no te destruya a ti. Lo sé, él es un demonio. Pero si hay una cosa que he aprendido de él, es que si quieres derrotar al enemigo, lo primero que tienes que hacer es entrar en su círculo. Valentina sonrió, y Aurora supo que había encontrado un aliado inesperado, y quizás, una amiga. Una que le ofrecía la clave para entrar en el corazón del Legado del Fuego y cobrar su venganza.






