Capítulo 66
Aitana completó quinientas reverencias.

Quemó los sutras y se levantó tambaleándose, casi cayendo en ese instante.

Damián se adelantó para sostenerla. Esperaba que Aitana lo rechazara con disgusto, pero sorprendentemente, no lo hizo. En cambio, dijo con voz débil: —Vamos a casa.

Damián experimentó un sentimiento indescriptible, como si algo precioso se hubiera perdido y recuperado, porque Aitana estaba dispuesta a hablarle de nuevo.

Fuera del salón principal estaba estacionado aquel Maybach, brillante y lujoso.

Aitana se acercó a acariciar la carrocería, murmurando: —Así que trajiste este coche.

Damián asintió.

La ayudó a subir y mientras le abrochaba el cinturón de seguridad, le dijo suavemente: —Pasé por la mansión para cambiar de coche. Te llevaré al hospital y esperaremos juntos a que la abuela despierte.

Aitana lo miró fijamente: —¿Realmente crees que la abuela despertará?

La nuez de Adán de Damián se movió: —Despertará. Mi Aitana ha hecho tantas reverencias ante los dioses por el
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