El interior del coche estaba en penumbra, pero afuera, al frente, estaba la zona más próspera de toda Palmas Doradas.
Las luces brillantes se filtraban a través de las ventanillas del coche, iluminando el rostro joven y apuesto de Theo, añadiendo profundidad a sus facciones. A primera vista se veía muy misterioso, haciendo imposible descifrar sus verdaderas intenciones.
Al escuchar que Theo se mudaría, Jazmín se sintió un poco infeliz, pero no entendía por qué se sentía así. Solo preguntó en voz baja:
—¿Es absolutamente necesario que te mudes?
Theo asintió suavemente, de repente giró la cabeza para mirarla, con una mirada algo profunda:
—¿Alguna vez te han besado?
La joven sacudió la cabeza vigorosamente, su rostro se tiñó de un rubor suave:
—¡No, no!
Se escuchó un sonido sutil. Theo se desabrochó el cinturón de seguridad, luego su cuerpo masculino sumamente agresivo se acercó hacia ella. Durante la cena tardía ya se había quitado la chaqueta, solo llevaba una camisa blanca como la nie