El agua marina se acercaba violentamente. El viento furioso y la tormenta azotaban todo el pueblo, cada vez más cerca. El cielo ya no se podía distinguir de su color original, negro sin fondo, conectándose con esas aguas turbulentas, todo el mundo era un paisaje extraño y terrorífico.
El líder del equipo miró hacia allá, su nuez de Adán se movió ligeramente:
—Señorita Paz, tenemos que retirarnos inmediatamente, si no será demasiado tarde, todo el autobús nos está esperando.
En la punta de la lengua de Susana, se formaban unas palabras. —Me quedo aquí.
Pero no podía decirlas, porque cuando Lucas entró había dicho que solo uno de los dos podía entrar, tenía que quedarse una persona.
El viento furioso y las olas gigantes arrasaban con todo, llevándose a las dos personas que amaba.
De los ojos de Susana cayeron lágrimas, fluyendo por las comisuras, pero no hizo ningún sonido de llanto, solo miró fijamente hacia allá y dijo ligera pero firmemente:
—Subamos al autobús, retirémonos.
Un moment