Damián también sintió lo mismo. Bajó la mirada hacia el niño en sus brazos y esa sensación de que la sangre tira le llenó el corazón.
Aitana había dicho que este era el niño que él había criado, con mucha dificultad.
Damián habló, y el cariño parecía haberse vuelto instinto:
—Entonces duerme en mis brazos. Cuando te duermas, te llevo a tu cuarto.
El pequeño Mateo asintió, rodeó a papá con sus bracitos y lentamente cerró los ojos.
El hombre le dio palmaditas suaves en la espalda, con los ojos llenos de ternura. Todas esas conspiraciones y maquinaciones parecían haberse esfumado de repente.
...
Temprano por la mañana, Aitana despertó y la almohada a su lado estaba vacía. Damián ya no estaba.
En la cunita rosada, Esperanza balbuceaba, claramente tenía hambre. Aitana alimentó a la niña y le cambió el pañal, luego bajó a preguntarle a la empleada:
—¿Dónde está el señor?
La empleada pensó un momento:
—El señor se levantó después de las seis, dijo que quería salir a dar una vuelta. Vi que lo