Capítulo 23
Aitana regresó del hospital, y Damián la siguió.

Aitana estacionó el auto y vio a Damián esperándola afuera; su auto estaba estacionado bajo un árbol, un poco más adelante. Cuando Aitana bajó, Damián le cerró el paso.

—Tenemos que hablar —dijo.

Aitana lo esquivó y se dirigió al ascensor.

—Damián, no tenemos nada que hablar. Nos vemos en la corte —dijo, y subió al piso de su apartamento, seguida por él.

Aitana no lo dejó entrar. Una vez dentro, con la espalda apoyada en la puerta, sintió el peso de la situación. Damián había sido toda su juventud; olvidarlo era doloroso, terriblemente doloroso…

Aitana se tomó un tiempo para recomponerse, se puso su bata y se fue a duchar. Ya no le importaba si Damián se iba o no.

La noche se profundizó. Las luces de las ventanas se fueron apagando una a una. En el auto negro estacionado en la planta baja, una luz tenue brillaba. Un hombre vestido de negro estaba sentado, inmóvil, pero con una aura de elegancia innegable.

Damián estaba mirando su teléfon
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