Damián se puso un albornoz con una sola mano y salió del baño.
Una noche de reencuentro después de tanto tiempo estaba destinada al insomnio. Excepcionalmente desocupado, Damián tenía tiempo para añorar a Aitana, aunque ella estuviera justo al lado.
Pero ya no eran esposos, y molestarla en la noche sería cruzar un límite.
Además, ella seguía odiándolo.
Frente al ventanal de la sala, aún permanecía aquel piano. Damián sacó una botella de vino tinto del bar y se sirvió una copa. Apoyado contra el piano, bebía lentamente mientras contemplaba el exterior, recordando el pasado.
Lo bueno y lo malo.
El amor, la dulzura y también el dolor.
Bajó la mirada hacia su mano derecha destrozada, intentando sostener una taza para llevarla a sus labios. Pero la mano tembló durante un buen rato, y finalmente la taza transparente cayó al suelo.
El líquido rojo oscuro se derramó sobre la alfombra beige, tiñéndola de carmesí.
Damián observó en silencio aquella mancha—
Por un momento, los recuerdos resultaba