Al caer la tarde, Aitana fue a Villa Buganvilia.Los empleados la recibieron con alegría, pensando que la pareja se había reconciliado. Una sirvienta se apresuró a recibirla: — ¡Ha vuelto la señora!
Aitana esbozó una sonrisa forzada: — Olvidé algo en el almacén, vine a buscarlo.
La sirvienta no sospechó nada. Tomó las llaves y la acompañó, comentando mientras caminaban: — El almacén lleva tanto tiempo cerrado que temo que todo esté mohoso. Déjeme entrar primero para revisar, no quiero que manche sus zapatos.
En un momento llegaron a la puerta del almacén.
Aitana pidió entrar sola.
Tras pensarlo un momento, la sirvienta accedió. Abrió la pesada puerta de hierro. Como esperaba, un olor a moho las recibió.
Encendió la luz: — Tenga cuidado, señora. No vaya a tropezar.
Aitana entró. Pronto divisó un piano en la esquina.
La placa inglesa y el barniz reluciente revelaban su valor. Un piano de 10 mil dólares, abandonado sin más porque Mariana había llorado...
Aitana se rio. Se burlaba de su pro