El hombre susurró palabras de amor mientras deslizaba un diamante rosa de 6 quilates en el dedo de Aitana.Raro y valioso, resplandeciente.
— ¿Te gusta?
— Me gusta, es muy hermoso.
El ambiente era íntimo. Damián quiso besarla, pero Aitana lo esquivó.
Inclinó la cabeza para probar el postre, ocultando la humedad en sus ojos: — Damián, el postre está muy dulce. Me gusta este sabor.
Él la rodeó con su brazo: — Si te gusta, te traeré algunas porciones después.
Aitana sonrió con dulzura. Bebieron vino tinto, degustaron lo mejor de la cocina italiana y luego se abrazaron contemplando la noche de Palmas Doradas. Pensó que el romanticismo de Damián esa noche era algo a lo que ninguna mujer podría resistirse.
La noche era serena.
Damián la abrazó, suplicándole en voz baja que regresara como la señora Balmaceda.
Aitana no se negó. Le daría a Damián una última oportunidad de ser sincero.
Recostada en su hombro, mirando el paisaje nocturno a través de la ventana, habló suavemente:
— Damián, hace ci