La noche de verano era fresca.
Aitana, con una chaqueta ligera, estaba parada en silencio en la azotea, un cigarrillo delgado entre sus blancos dedos. No lo fumaba, simplemente dejaba que se consumiera.
La fina lluvia apagó el cigarrillo en sus dedos.
No le importó.
Dejó la colilla apagada en la barandilla gris, que pronto se cubrió de gotas de lluvia, añadiendo un toque de desesperación, como su amor perdido, como la amistad que se veía obligada a terminar.
En la pantalla del edificio de enfrente, pasaban las últimas noticias del grupo Valencia: el padre de Miguel seguía siendo investigado.
El grupo Valencia, Selene, ¿sería Miguel el siguiente?
A estas alturas, realmente se rendía ante Damián. En cuanto a crueldad, nadie podía competir con él.
Aitana no era tan vanidosa como para pensar que Damián la amaba tanto.
Para él, ella era a lo sumo un accidente en su vida. Una mujer que lo había amado de verdad y de repente dejó de hacerlo, y el elegante señor Balmaceda no estaba contento con