Damián mantuvo su compostura habitual, incluso sonriendo con ternura.
—Sí, hace unos días que regresé.
—Al saber de los problemas en la familia de Miguel, invité a Selene a comer algunas veces. Este lugar tiene un ambiente muy agradable.
...
Si pudiera, Aitana realmente habría querido tomar el candelabro y abrirle un agujero en la cabeza.
Se contuvo y salió del restaurante con Selene.
Damián había recogido a Selene para cenar. Aitana paró un taxi y le dio la dirección al conductor.
Selene, avergonzada, con lágrimas en los ojos antes de subir al coche: —Aitana.
Aitana seguía sin decir nada. Selene era demasiado joven; no era de extrañar que cayera en la trampa de Damián.
Aitana apartó suavemente el cabello del rostro de Selene, colocándolo detrás de su oreja, y dijo con dulzura: —Sube al coche, tu madre te está esperando en casa.
Selene entró en el taxi y pareció comprender lo sucedido. Se cubrió el rostro y rompió en llanto.
Se avergonzaba de su propio embelesamiento.
La noche era como