Al día siguiente, una lluvia torrencial caía como columnas de agua. Un automóvil negro se detuvo lentamente frente al edificio de Grupo Innovar.
El conductor rodeó el vehículo para abrir la puerta. Aitana bajó sosteniendo un paraguas negro, pero la lluvia era tan intensa que rápidamente empapó una pequeña parte de su hombro.
Junto al coche, Milena ya la estaba esperando.
Condujo a Aitana hasta la oficina del último piso, le sirvió té y dijo en voz baja: —El señor Uribe está en una reunión, pero debería terminar pronto. Por favor, tome asiento mientras espera.
Dicho esto, Milena se retiró.
Aitana no se sentó.
Permaneció de pie frente a un enorme ventanal, contemplando el panorama de gran parte de Palmas Doradas envuelto en la bruma de la lluvia, que empapaba las calles y apagaba quién sabe cuántas ilusiones juveniles.
Miró durante tanto tiempo que perdió la noción del momento.
En su mente, parecía que volvía a aquellos días cuando era vicepresidenta de Grupo Innovar.
La puerta de la ofi