Como siempre, Damián ni se molestó en tomar en serio a Esteban. Sin dejar de mirar a Aitana, respondió: —Con el tiempo, los gustos de cualquiera cambian. ¿Acaso tú no has cambiado también?
Esteban rechinó los dientes de frustración.
Ana, entre divertida y exasperada, sabía perfectamente que en un duelo verbal, Esteban jamás estaría a la altura de Damián. Rápidamente lo tomó del brazo y se despidió de Aitana: —Nosotros nos vamos. Quédense y conversen tranquilos.
...
Aitana los vio marcharse con una sonrisa resignada.
Damián la contempló: —Pensé que en tu primera visita después de regresar, buscarías a Miguel.
—Anteayer cené con Miguel y Maite —respondió Aitana.
Damián quedó momentáneamente mudo. Tras una pausa, preguntó en voz baja: —¿Y por qué no me avisaste? ¿Por qué no me invitaste a cenar?
Aitana levantó la mirada, enfrentando directamente los ojos de Damián. Al comprobar que no bromeaba, esbozó una sonrisa distante: —Damián, ¿qué tipo de cena podríamos compartir tú y yo? La abuela