El estado de ánimo de Damián era sombría. Durante estos tres años, había imaginado mil veces su reencuentro con Aitana, pero jamás contempló la posibilidad de que ella estuviera con alguien más. Al ver a Antonio, comprendió que toda su fortuna era secundaria; el simple hecho de tener cuatro extremidades funcionales ya era una ventaja que él no podía igualar.
Aunque podía valerse por sí mismo, al quitarse la ropa quedaba expuesto aquel brazo devastado.
Qué mujer se atrevería a abrir los ojos al compartir su lecho.
Si esa mujer fuera Aitana, Damián no soportaría ver el shock en su mirada. Prefería que en su recuerdo él permaneciera perfecto.
Lina observaba su expresión con dolor y remordimiento. ¿Cuándo su Damián había sentido semejante complejo de inferioridad?
Siempre había sido un hombre lleno de confianza y vigor.
Pero todo el arrepentimiento del mundo no podía reparar el daño; el brazo destrozado de Damián era el precio de su estupidez. Ahora él ni siquiera se atrevía a perseguir a