Samantha no podía dejar de pensar en todo lo que Alexander le había revelado. Mientras el coche avanzaba por las calles de Nueva York, la ciudad se desvanecía en la distancia, pero sus pensamientos seguían dando vueltas a las palabras de Alexander, a su confesión. Algo no encajaba. Él decía que quería cambiar, que estaba intentando alejarse del legado oscuro de su familia, pero Samantha sentía que había algo más. Algo que estaba ocultando.
Miró por la ventana, el reflejo de su propio rostro se desvanecía en la oscuridad de la noche. En su mente, todo comenzaba a dar vueltas. ¿Por qué la había implicado en todo esto? ¿Por qué no había sido honesto desde el principio? Todo había comenzado con una mentira, y ahora parecía que las mentiras se acumulaban una sobre otra.
El coche se detuvo en un edificio de oficinas moderno y elegante, uno de esos lugares que parecían diseñados para impresionar más que para ser funcionales. Alexander apagó el motor y se quedó mirando al frente, como si estu