La puerta se cerró tras ellos con un leve crujido, y el sonido de sus pasos resonó en la vasta oscuridad que los rodeaba. No había luz, ni señales de vida, solo un silencio profundo y pesado que les envolvía. A medida que sus ojos se acostumbraban a la penumbra, pudieron distinguir unas sombras difusas que se movían como espectros en la lejanía.
Samantha sintió que la presión aumentaba. El aire en este lugar parecía denso, casi sólido, como si estuviera rodeada por una masa de energía que los observaba en cada momento. Sus sentidos estaban alerta, y su respiración se aceleró, pero no podía dar marcha atrás. Tampoco lo deseaba. Sabía que lo que les esperaba al final de este camino sería mucho mayor de lo que jamás había imaginado.
-¿Dónde estamos? -preguntó Alexander en voz baja, como si hablar demasiado fuerte pudiera desatar una tormenta invisible. Su mirada buscaba algo, alguna señal de lo que había detrás de esa negrura envolvente, pero todo parecía inmóvil.
Samantha no podía respo