Eleni se desperto varias horas despues, Otto ya tenia preparado un mini almuerzo solo para ellos dos.
—Gracias— le dice ella mientras toma asiento junto a él.
—No tienes que agradecerme, has pasado por mucho. Espero que te guste, me quedo deliciosa.
En ese momento el telefono de Eleni volvió a sonar dentro de su bolso que estaba sobre el sofá.
—¿Me pasas mi celular? está en mi bolsa.
—Por supuesto.
Otto tomó el celular al ver que se trataba de la abuelita de Eleni y, sin pedir permiso, cambió la llamada a videollamada. La pantalla se iluminó mostrando a Annitta y Paolo, los abuelos de Eleni, con sus arrugas marcadas por los años pero con los ojos firmes, como buenos griegos de carácter férreo.
—¡Eleni! —exclamó Annitta al verla—. Gracias a Dios estás bien. Oh, no es Eleni... y ese caballero tan hermoso.
Paolo, sin embargo, no apartó la mirada de Otto. Lo escrutaba como si quisiera atravesarlo.
—Gracias, por lo de hermoso.
—¿Y tú quién eres? —preguntó con voz grave.
Otto sonrió con esa