500 dólares.

—Esa táctica es buena. Soy grande pero sé usarla. No te hare daño si haces lo que te digo.

Otto dejó salir mas feromonas alfas muy espesas, la levantó con facilidad y la recostó en la cama. Le quitó la ropa interior, dejando su cuerpo completamente expuesto a sus ojos hambrientos. Se quitó el resto con movimientos rápidos y volvió a su lado.

Se colocó un preservativo, besándola mientras lo hacía. A ambos la cabeza le daba vueltas. Sus feromonas Omega lo envuelven. Luego la miró a los ojos, con su mirada azul oscura y profunda.

—Actúas bien como si fuera tu primera vez… —dijo en un susurro, más como una afirmación que como una pregunta.

Ella asintió con timidez embriagada de sus feromonas sin percatarse de esas palabras o la intension detrás de ellas, perdió todas sus fuerzas. Él sonrió, esa sonrisa peligrosa y tierna al mismo tiempo sin dejar de besarla.

—Te prometo que no vas a querer a otro hombre después de mí… Fiera.

Y la penetró de una estocada luego de confirmar que estaba bastante humeda, se quedó quieto un momento, al verla quedar sin aire, sabe que es muy grande y pocas mujeres salían ilesas luego de su encuentro con él, se mueve con cuidado al principio, mientras ella gemía de dolor mezclado con placer. Sus orejas y cola se movian sumisas. Cuando estuvo más adentro, se detuvo un momento, besándola suavemente, acariciándole el cabello. Se percató que manchó las sabanas de sangre, pero nunca le pasó por la cabeza que era virgen, solo pensó que es tan estrecha que la desgarró.

—Mierda, solo a mi me pasa esto. Tan bien que se siente.

—¡Ahh...! ¡Otto, duele, basta!

—Relájate… me la vas a romper maldita loba… si no te gustara no estarias tan mojada —susurró contra su oído, mientras sus orejas y cola se manifestaron— lo sacó lentamente para enterrarselo mas duro.

—¡Yo...yo...ah...!—las lágrimas brotan de sus ojos mientras le clava las uñas.

Luego comenzó a moverse con fuerza, con ritmo. Cada embestida la hacía gemir más fuerte, sus uñas se hundían más en sus hombros cuando elevó más sus piernas, sus pechos rebotaban con el movimiento. Sus cuerpos chocaban con fuerza, llenando la habitación de jadeos, gemidos y el sonido húmedo de su unión. Ella se contrajo más de una vez. El podía ver su miembro chocar de su estómago.

—Que deliciosa eres en verdad. Apenas empezamos no te desmayes bebe. La giró de espaldas tomando su cola y levantandosela, levantando su cadera y empujando con más fuerza. Eleni gritó su nombre una y otra vez, con lágrimas de placer y dolor en sus ojos.

¿Así se hacía el amor por primera vez? porque esto es muy bestial—pensó ella.

La tomó de lado enterrandoselo por completo por detrás, ella temblaba y se retorcía, la voz ya no le salía solo gemía y lloraba, sus ojos quedaron en blanco, el sintió la necesidad de marcarla, su lobo la ansiaban pero se obligó a no hacerlo, aquella solo eres una loba más en su lista. Luego la subió sobre él guiando los movimientos al verla sin fuerzas. Sus manos grandes se posaban en sus caderas, guiándola. Sus ojos azules no la soltaban, brillaban con deseo salvaje mientras tomaba de ella todo lo que queria. Su miembro encajaba a la perfección en ella, por delante y por detrás. Estaba sorprendido que ella no se había desmayado aún. Le costo no quitarse el maldito preservativo y anularla. Si tan solo la hubiera conocido en otras circunstancias cuando el no era tan promiscuo.

—Mierda... me vengo...

Siente como llena el preservativo, convulcionó y sintió como su vagina se aferraba a su miembro.

Cuando terminó, se dejó caer a su lado, con la respiración agitada y el corazón latiendo como un tambor de guerra. Ella lo miró con ojos adormecidos de placer, lagrimas en sus ojos, con baba en sus labios y sus piernas temblorosas. El se quitó el preservativo usado y lo tiró al escusado. Si tan solo no tuviera una competencia donde tiene en juego tantas cosas al dia siguiente, la haria suya mas de una vez.

—¿Porqué...? —susurró ella con lágrimas en los ojos, antes de quedarse dormida en su pecho.

El frío de la mañana berlinesa calaba hasta los huesos. Y alli estaba Eleni entre las sábanas revueltas y el leve aroma a sexo que flotaba en el aire. Eleni abrió los ojos lentamente, con un ardor sordo detrás de los párpados y un dolor palpitante en sus sienes.

Por un segundo, sonrió. Hasta que bajó la vista y vio las sábanas manchadas de sangre sobre ella. Sintió panico.

Pero recordó la noche anterior. La música, el alcohol, la moto rugiendo bajo su cuerpo, y luego él… su boca y colmillos, sus manos, sus orejas, su cuerpo poderoso moviéndose sobre ella como si la poseyera completa. Fue salvaje, ardiente, intenso. Le dolió como el infierno cuando la pënetró por ambos lados. Había sido su primera vez, pero no quería pensar en eso. No quería pensar en su inexperiencia. Solo en lo que sintió. Fuego puro recorriéndole la sangre.

Se estiró y se giró en la cama suavemente, esperando sentir su calor a su lado. Esperando escuchar su respiración grave, tal vez un ronquido suave o deleitarse con su espalda ancha. Pero no había nada.

La cama estaba vacía y fría, como si él nunca hubiera estado allí.

Su corazón se detuvo un segundo. Se incorporó suavemente, el dolor de cabeza punzándola con fuerza. Miró alrededor. Sus bragas estaban colgadas del sillón a su lado, su vestido estaba tirado en un rincón, junto a sus tacones. Todo lo demás estaba en su bolso.

Sobre la almohada, en cambio, descansaban cinco billetes de cien dólares doblados con cuidado, puestos allí con deliberada frialdad.

Su estómago se revolvió. Un nudo de vergüenza le subió desde el pecho hasta la garganta.

—Hijo de perra… —susurró con la voz rota—¿Pensó que era una puta?

Se llevó una mano al rostro. Sintió que las lágrimas amenazaban con salir, pero las contuvo. No. No lloraría por un lobo idiota como él. Un maldito lobo que había hecho el amor con ella como si fuera suya, como si la deseara con locura… como si su lobo hubiera querido marcarla y que luego la había dejado como a una prostituta cualquiera.

Se vistió rápido, ignorando el dolor leve entre sus piernas, su vagina y su trasero. Se miró en el espejo. Su cabello castaño estaba revuelto y sus ojos miel estaban hinchados de tanto llorar al borde del desmayo, sin saberlo. Se aplicó un poco de bálsamo labial, recogió su ropa interior húmeda de la noche anterior y su bolso, y salió del cuarto sin mirar atrás.

El aire frío la golpeó en la cara al salir a la calle. La sensación de suciedad en su cuerpo la abrumaba. Miró los billetes en su mano. Los dobló con fuerza, luchando contra las lágrimas.

—¿Tan mala impresión le di?

Caminó hasta la esquina, donde un hombre sin techo estaba enrollado en una manta sucia, con un pequeño perro blanco dormido en su regazo. Tenía un cartel de cartón que decía: “Tengo hambre. Dios te bendiga si me ayudas o si no me ayudas.”

Eleni respiró hondo, se agachó y puso los quinientos dólares en su vaso de papel arrugado. El hombre la miró con ojos azules apagados y lágrimas de gratitud se le llenaron en los ojos.

—Danke… danke… (gracias, gracias)—repitió una y otra vez en alemán.

Ella le sonrió con tristeza.

—Cuida de ti… —susurró, acariciando al perrito en la cabeza antes de levantarse.

Se alejó rápido. Sus tacones repiqueteaban en las aceras húmedas mientras el cielo gris comenzaba a clarear. Caminó hasta la siguiente calle donde estaba estacionado su Mini Cooper azul eléctrico, un coche pequeño y coqueto que había comprado con sus ahorros apenas llegó a Berlín, usándolo para moverse mientras organizaba la apertura de su cafetería.

Subió con cuidado, sentándose en el asiento de cuero negro. Cerró la puerta y se quedó un momento en silencio, con la frente apoyada en el volante. Las lágrimas caían ahora sin que pudiera detenerlas. Lágrimas silenciosas de rabia, dolor y vergüenza.

Tomó su inhibidor de su guantera (el que tienen todas las lobas y lobos para su primera experiencia) y se lo inyectó ella misma. Solo para evitar algún embarazo o enfermedad porque no recuerda si el usó preservativo o no y eso la consumía más.

“Qué estúpida… Qué estúpida fuiste, Eleni,” se dijo a sí misma, apretando los dientes. “Un hombre así de hermoso no se fija en mujeres como tú. Solo te usan y te desechan.”

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