La palabra “embarazada” me golpeó como un disparo. El aire se me quedó atorado en los pulmones, y lo único que logré hacer fue quedarme ahí, helado, como un maldito idiota. Todos aplaudían, felicitaban, mientras yo no podía apartar mis ojos de Isabel. Esa sonrisa irónica que me lanzó… me atravesó más fuerte que cualquier bala.
Ella se levantó de la mesa con la excusa perfecta, aunque en cierto modo yo le había disparado, vi en sus ojos lo que realmente pasaba: estaba destrozada. Y no la detuve. No tuve el valor.
Apreté la mandíbula mientras Sam, con lágrimas de emoción, no paraba de hablar de lo feliz que estaba. Javier se mostraba orgulloso de mí y felicitándome por algo que realmente no sabía cómo había pasado, y Celina… Celina disfrutaba como nunca de la maldita escena. Se aferraba a mi brazo como si acabara de sellar su victoria frente a todos. Este plan le quedó perfecto, me quería dejar sin excusas para cancelar el maldito matrimonio.
Mi estómago se revolvía. Sí, había pasado no