🖋 NARRADOR OMNISCIENTE
El silencio volvió a reinar una vez más en el apartamento.
Pero no era un silencio tranquilo. Era denso, como si el aire se negara a moverse, cargado de una energía invisible que se pegaba a la piel.
Jareth permaneció en la terraza, inmóvil, los ojos fijos en el punto donde había visto aquella sombra. Tal vez la falta de sueño lo estaban enloqueciendo.
Terminó de apagar el cigarrillo entre sus dedos y dejó que el dolor leve lo regresara a la realidad.
Tal vez… no había nadie.
Pero lo había visto. Estaba seguro.
¿O no?
Sus pensamientos comenzaron a mezclarse con los recuerdos de las últimos días: el rostro de Volkner, la tensión de Ethan, la sensación constante de estar siendo observado. Todo eso había ido creciendo dentro de su cabeza como una espina imposible de arrancar.
Se frotó las sienes.
Últimamente, dormía poco. Demasiado poco.
Y aunque no lo admitiría en voz alta, había momentos —como ese— en que ni él mismo confiaba del todo en su mente.
El reflejo de