Celina temblaba mientras sostenía la cabeza de Jareth en sus manos, la sangre tibia deslizándose entre sus dedos. Su respiración se volvió errática, el pánico perforándole la garganta mientras gritaba su nombre una y otra vez, inútilmente.
El grito de Celina atravesó el apartamento como un disparo.
—¡Jareth! ¡Dios, Jareth, despierta!
Él no reaccionó y no lo haría. Su cuerpo pesado, resbaladizo por el agua, cayó inerte contra ella. La sangre que corría desde su cabeza le heló las piernas. Sin detenerse a pensar —ni siquiera a cubrir su cuerpo desnudo— salió arrastrándolo como pudo hacia fuera del baño, lo dejo en la habitación y salió disparada ppr ayuda.
Uno de los guardias apostados en el pasillo la vio llegar tambaleándose.
—¡Necesito ayuda! —gritó con histeria real esta vez— ¡Se golpeó la cabeza, está inconsciente! ¡Rápido, hay que llevarlo al hospital!
Tres hombres se precipitaron hacia él. Lo levantaron y caminaron con prisa hacia el estacionamiento subterráneo donde el auto de