Las calles de Mónaco vestían de tristezas, el aire que se respiraba no era más que desesperanza y en el rostro de las personas solo había desolación.
Mónaco había perdido a sus monarcas de una manera trágica y no todos estaban aceptando la realidad de los hechos. Es como si todo lo que estuviera pasando fuera una serie de broma pesada la cual llegaría en cualquier momento a su fin, pero la realidad era otra.
―Mis padres gobernaron por más de cuarenta años. ―Aiden miró a la cámara. ―Fueron buenos reyes, personas y más aún, padres. ―A pesar de su gesto apacible, se podía percibir su dolor. ―Su partida de este mundo fue injusta y demasiado repentina para todos, pero en mí prevalecerá su mandato y protección al pueblo. ―La decisión en sus palabras erizó el vello de unos cuantos. ―Fui criado para ser un buen rey y demostraré con hechos que mi pasado no es la base de mi reinado. ―Pasó saliva. ―Mi heredero está con vida y, por lo tanto, la corona me pasa a mí por derecho. ―Se remojó los la