Kalen apretó los puños, el hombre frente a él lo está cabreando con todas sus preguntas estúpidäs. ¿Por qué coño debe él hablar de sus problemas con un insignificante civil? Resoplando negó, él lo hace por la mujer que ama y por su pequeña hija.
―Señor Grimaldi, ¿Puede hablarme de lo que le hace sentir tanta ira? ―Kalen bufó.
―Si se dedicara a lo que me dedico yo, usted también estuviera bastante cabreadø por todo y por nada. ―El psicólogo con paciencia apuntó en su libreta.
―No es de un simple enojo del que estoy hablando. ―Le hizo saber aun cuando es evidente que su paciente se está yendo por las ramas. ―Su ira es coloquial. ―Kalen enarcó una ceja. ―Por ejemplo, si yo le digo a usted que su pareja está siendo cortejada ahora mismo por otro hombre, ¿Cómo se sentiría? ¿Eso activaría su ira? ―Kalen ladeó la sonrisa, él deseó explotar, pero como las tantas veces que fue secuestrado y obligado a resistir para no quedar en evidencia, se encogió de hombros.
―Sé que mi mujer no le haría