La casa estaba en silencio, excepto por el sonido lejano de las gotas de lluvia golpeando las ventanas. El aire que se sentía era pesado, mientras que Ethan se mantenía en su lugar, a escasos pasos fuera de la casa donde Orestes estaba con Eirin. Mientras intentaba cumplir con la orden de Orestes, Eirin a regañadientes terminaba de empacar los medicamentos que estaban aún tomando, ajena a lo que se avecinaba. La brisa que entraba por las rendijas de la ventana que tenía cerca era cálida, pero su cuerpo estaba helado por la tensión que lo recorría. Estaba cansada de seguir huyendo.
Afuera, Ethan era presa de la ansiedad. Había pasado años planeando este momento. Había pasado años esperando la oportunidad de enfrentarse a Orestes, de desmantelar el imperio de mentiras y control que había construido alrededor de él, y ahora, por fin, estaba allí, en una de sus propiedades, por fin con la oportunidad de recuperar a Eirin y hacerlo pagar.
Tal como le indicó el grupo táctico, se mantenía oc