La ciudad amanecía con un rumor de alarma silenciosa. Varios bancos habían detectado movimientos irregulares en las cuentas vinculadas a Orestes: cero rastro de su presencia, pero un vuelco inusual en las transferencias. Larissa, en su penthouse, observaba las cifras con expresión impasible, aunque por dentro la certidumbre de que algo se estaba rompiendo la mantenía alerta.
Ethan llegó, también con noticias. Su semblante iba y venía entre determinación y agotamiento. Sabía que Orestes había desaparecido deliberadamente, retirándose a las sombras para preparar su contraataque, lo que sucedió con Eirin no era nada en comparación con lo que él imaginaba vendría. Orestes solo estaba haciendo lo que creía le servía: limpiar huellas, desviar recursos, y esperar el momento preciso para golpear. Larissa frunció el ceño:
—Hmm… sospecho que todo esto es preparado con una intención bien turbia. Él fingirá derrota. Se hará el débil. Cuando pensemos que vaciló, arrojará todo el peso de su red sob