—¿Cómo supiste que era yo? —susurró Ethan.
—Porque nadie más duda tanto antes de entrar.
Sonrió para sus adentros
«¿Tan evidente soy? ¡Cuánto me conoce!» se dijo a sí mismo, sorprendido de todo lo que ella había aprendido o tal vez ya sabía y le ocultó.
Se escuchó un largo silencio, pesado.
Ethan tragó saliva y caminó lentamente hasta quedar frente a ella. No la tocó. No podía. Había algo sagrado en su distancia.
—Estás interfiriendo —le dijo—. Tus accesos dejaron huella. Larissa podría descubrirte.
—¿Larissa? —preguntó sorprendida—. ¿Ahora estás con ella?
Su corazón recibió la afirmación de él como si le hubiera clavado un puñal, se sintió herida, traicionada.
—¿Desde cuándo duermes con el enemigo? —le preguntó tratando de escucharse fría aunque por dentro se sentía olvidada, usada—. ¿Sabes bien que ella pudo contribuir en al muerte de tu madre y aun así ahí estás con ella?
Al no sentirse bien, quiso hacerle lo mismo, envenenarlo.
—Dices que quieres acabar con él y aun así cada día