Capítulo treinta y ocho
Brianna entra y cierra la puerta de golpe. Vaya, al parecer hoy todo el mundo está enojado—Tonta rosada esa—junto mis cejas.
¿Rosada?
—¿Qué tienes? —pregunto sin vacilar y ella abre y cierra la boca.
—No es nada, vengo por ti—me tiende una bolsa de ropa—ponte eso, cuando estás lista me avisas y entro para llevarte directo a casa, mi madre está horneando panecillos para ti.
Hago una mueca de desagrado en solo pensar en el olor a vainilla.
La señora Sara me recuerda tanto a Amir que no sé si sería buena idea quedarme allí, además ella me mintió.
Y yo que la creía una buena persona.
A veces debes aprender que algunas cosas se deben esconder para no causar mal a otra persona, sobre