Capítulo 55 Que Pare
Nicolás se acercó sin decir palabra, se metió en la cama y me pegó a él. Un brazo rodeó mi cintura mientras el otro se extendía para apagar la lámpara de la mesita de noche.

La oscuridad llenó la habitación y sentí el latido de su corazón bajo mi mejilla.

Deslicé mi mano hacia abajo, rozando el borde de su camisa antes de colarme por debajo. Su piel estaba caliente y tensa sobre los músculos. Seguí bajando hasta meterme bajo la pretina de sus pantalones, sintiendo cómo el elástico se tensaba cuando mi muñeca se deslizó más allá.

Encontré sin esfuerzo lo que buscaba: ya estaba duro solo por estar cerca, esa parte de él que me había vuelto loca incontables veces y me hacía olvidar mi propio nombre cuando estaba dentro de mí.

Se contrajo en respuesta a mi toque, como reconociéndome, como si también me recordara.

Mis dedos rozaron el piercing y, aun en la oscuridad, sentí cómo se le cortaba la respiración en una pequeña pausa del ritmo, una grieta en la calma.

Dios, cómo me gustaba eso.

—¿
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