20. Tengo un hijo.
Cuando llegaron al hospital, Khaled no perdió ni un segundo. Con voz firme y autoritaria, exigió atención inmediata. Su presencia no pasó desapercibida, y al reconocerlo como el dueño del hospital, varias enfermeras acudieron de inmediato. Sin demora, colocaron al pequeño en una camilla y lo llevaron rápidamente hacia el área de pediatría. Rápidamente Khaled pidió que el oncologo entrara a revisar al niño.
Sarada, completamente aterrada, sentía cómo el miedo la consumía. Todo había sucedido en un abrir y cerrar de ojos. Su pequeño hijo, aquel niño que hasta hace poco reía y jugaba, se había desplomado sin previo aviso. Su instinto maternal la impulsó a seguirlo, pero una de las enfermeras la detuvo en la puerta.
—Soy su madre, necesito estar con él —suplicó con desesperación.
—Lo siento, señorita, pero debe esperar —respondió la enfermera con un tono serio—. Ni siquiera el señor Khaled puede entrar en este momento.
El jeque apretó la mandíbula, frustrado por la situación, pero