CAPÍTULO 92. El laboratorio de los condenados.
Capítulo 92
El laboratorio de los condenados.
La detención de Carlos Herrera fue el punto de partida que todos esperaban y temían a la vez. A la mañana siguiente del arresto, la comisaría se sentía tensa, un silencio pesado se instaló en los pasillos y en las áreas comunes como la sala de descanso y las múltiples oficinas compartidas.
Fiscales y peritos se movían con una precisión eficaz, desplegando órdenes de entrada y listados con direcciones que, hasta entonces, habían sido solo nombres en un libro mayor oscuro, casi siniestro.
Pero en la mansión Herrera, Diego caminaba junto a los oficiales, vestido con la sobriedad de quien aún afrontabaa la doble vida: por un lado, el hijo marcado por la culpa; por otro, la única llave viva que podía abrir puertas cerradas por años de protección. Sus manos no dejaron de temblar cuando mostró las coordenadas y los códigos, pero su voz fue firme. Señaló cada punto como quien indica las costuras que había escondido.
—Aquí —dijo, haciendo que un