Capítulo 255

Fase Dos.

La orden llegó. Carlos Herrera no necesitaba grandes anuncios. Un gesto bastó para que en el búnker todo cambiara de color: pantallas, protocolos, permisos. La Fase Dos estaba activa.

Aceleración. Reducción de márgenes. Aceptación de pérdidas.

En el laboratorio central los técnicos miraron las mismas líneas de código con una mezcla de respeto y miedo. Sabían lo que significaba mover los parámetros: tiempos comprimidos, dosis mayores, exposición de tejidos a condiciones para las que no estaban diseñados. Sabían, también, las cifras que vendrían. Nadie preguntó por qué. Las preguntas no cambiaban órdenes.

En una sala lateral, la primera falla fue rápida y brutal. Una chica joven, con los ojos fuera de sí, se retorció en la mesa. La alarma sonó, los médicos corrieron, pero los picos en los monitores se fueron volviendo imposibles de sostener.

En otra sala, la segunda mujer quedó sin fuerza. El corazón se detuvo. No hubo gritos que salvaran lo que la química acababa