CAPÍTULO 254. Voces que no se borran.

Capítulo 254

Voces que no se borran.

La noche tenía un peso húmedo cuando Gabriel llegó al punto acordado. No fue como en las películas: no había vehículos lujosos ni sombras dramáticas. Era un estacionamiento vacío, la luz amarilla de un farol fuera de servicio, la puerta metálica oxidada de un depósito.

Llegó a pie, con el abrigo cerrado hasta el cuello y las manos en los bolsillos, como quien intenta contener un cuerpo que tiembla por dentro.

No llevaba compañía. Había decidido hacerlo solo porque necesitaba que lo que viniera fuera suyo, que nadie más pudiera empañar la reacción con consejos o miedos. Silvio e Isabela esperaban lejos, en el coche; habían insistido en seguirlo, pero él se había negado.

“Si voy, me presento yo”, les había dicho. “Si me traicionan, que me lo hagan a mí.”

Caminó hasta una esquina donde la mujer le había pedido que se parara. Esperó. Bajó la mirada hacia el suelo y notó un paquete pequeño envuelto en papel simple, dejado junto a la base del poste de lu
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